viernes, diciembre 12, 2008

Teta y falta

La falta de la falta deviene en angustia. Yo lo creo. Sólo es necesario dar un vistazo para darse cuenta de aquello.

¿En qué consiste esta falta? No se puede hablar de ello sin tener presente que el deseo es un actor principal en esta cuestión, desde que nacemos, deseamos; primero deseamos satisfacer la necesidad de alimentarnos y lo hacemos a través de la teta, luego nos damos cuenta que lo que nos alimenta también nos procura placer; cada vez que perdemos el equilibrio, la homeostasis, cada vez que se retira la teta, la deseamos. Y la deseamos, precisamente, cuando no está. Con más edad el objeto de deseo va mutando (aunque es siempre el mismo) y deseamos otras cosas (siempre que tengan cara de teta), por ejemplo, los regalos que pedimos al viejito pascuero o, deseamos a la vecina (por sus tetas) cuando crecemos un poco más. También sublimamos nuestros deseos en cuestiones que se suponen más profundas; lograr tener una profesión, aprender algún oficio o, deseamos escribir un pequeño ensayo como ocurre con este texto. Siempre el deseo, siempre la añoranza por ese objeto primordial que impulsó el primer movimiento, que rompió la inercia, que instaló la falta.

Pero ¿qué pasa si retiramos el deseo, si en su lugar mantenemos la satisfacción permanente? La respuesta no se refiere a hacer desaparecer la teta o al viejo pascuero y sus regalos, o a la vecina y sus bordes, se trata de dejarlos ahí, puestos en el lugar de la satisfacción; dejar la teta en la boca del bebé, lograr que su llanto por comida (y también por placer) sea aplacado por la inmensidad del pecho. Ahora empieza a ocurrir lo contrario, es el niño el que ahora quiere sacar la boca y hablar, y el otro, con su inmensidad, con su colonización psíquica, no lo deja. La falta empieza a faltar, entonces la melancolía empieza a hablar.

La cuestión se refiere a la satisfacción de los que podrían ser llamados “deseos primarios” y no de los otros, como el de una profesión u oficio. Estos últimos siempre remiten a los primeros, el deseo por una profesión siempre esconde un deseo primario, no sublimado, sino pregúntenle a su proctólogo, o sospechen de él, al igual que del ginecólogo, y pregúntese, cuando los examine, por qué a este tipo le gusta meter la mano ahí (tampoco es para exagerar y dejar de ir a examinarse..., las sensaciones pueden ser bastante agradables, sobre todo, en el caso de los hombres, cuando tienen más de 50 años. Para mí eso todavía es una hipótesis). O háganle esa pregunta sin respuesta: ¿porque eligió esa profesión? No van a escuchar nada serio (o enserio) como respuesta.

Esto es como el drama del refrigerador lleno que sufre la anoréxica; no es necesario desear comer, si el hambre no existe. No es necesario desear si el deseo esta obturado y colonizado por la permanente satisfacciòn que el el otro procura.

Para revertir esto hay que convocar al propio deseo con tanta fuerza para que el otro escuche su contenido: ha llegado la hora de desear dejar de ser satisfecho. por otro Es el momento del propio deseo (dejar de comer), distinto al del otro (dar de comer).

Y esto abre el último punto de este problema. La falta de la falta ocurre siempre en una relación con otro, que se reverbera a uno mismo. Su hijo(1), murió hace un año y, claro, se sigue escribiendo, se sigue hablando de aquello que falta. Eso es melancolía, es añoranza, es la suma de otra falta: falta + falta = angustia.

La fórmula se revela entonces como preguntas ¿Cuál es esa falta que hace desear seguir escribiendo? ¿Desde dónde emerge sublimada la sumatoria y deviene en nuevo deseo, en renovado empuje de vida? Esa sumatoria de faltas, esa melancolía por el hijo extinto, es el deseo de completarlo, de asistirlo. Ya no se puede estar con él, con su deseo, con su vida. Falta entonces la falta de otro y que hace que la propia no tenga lugar donde radicarse. Movimiento inverso al drama del refrigerador, pero con idéntico resultado: melancolía. Uno porque no está y el otro porque abruma con su satisfacción. En ambos se siente en la nuca el resoplido de la muerte, en ambos el deseo ha dejado de tener el empuje que sostiene la vida y para que esta última tenga oportunidad, siempre, nuevamente, ha de faltar algo.

Para los cristianos es un poco más sencillo, les tranquiliza la idea que podrán reunirse en el “más allá”, donde podrán, nuevamente, en el reencuentro de la “vida eterna”, ubicar la falta en el otro. Pero esa prolongación de la vida, la vida eterna, no es más que una ilusión, y de ilusiones vive mucho más de la mitad de la humanidad.


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(1) Ver en Warnken, Cristián: “Árbol de Pascua”. En Emol.cl, Jueves 11 de Diciembre de 2008






4 comentarios:

Alein@d dijo...

Hermoso texto, me lleva a la muerte del deseo en los recuerdos..
Tambíén me recuerda esatristemirada.

En la idea de la pérdida...
¿Cómo se podría completar aquello que no está?

Benditos los cristianos que tienen esperanza
Saludos

Unknown dijo...

Estimado:
mmmm, me gustaria leer la parte B de este artículo, porque siendo consecuente con el sentido de PREGUNTAS SIN RESPUESTAS entonces no me cuadra...es decir, que cuando leí TETA Y FALTA sentí que algo me faltaba...justo..eso, no me identifico con la miradita para la vecina ni con los escotes de mis amigas...por eso me intriga como sería la versión opuesta, es decir, para quienes tenemos las tetas, mmm o se acogerá usted al estilo PREGUNTAS SIN RESPUESTAS... me avisa si debo enviar una carta, tipo CARTAS IBAN, CARTAS VENIAN.
Buen blog, muy provovador..no?

Moebius dijo...

La cuestión expuesta no se reduce a quién tiene o no tetas. Como en mucha literatura, aquí se utilizan metáforas. La metáforas son figuras retóricas que sirven para representar, con elementos concretos, situaciones profundas.

No se trata del volumen de sus pechos, se trata de lo que le falta o sobra en su vida y, específicamente, en su cabeza. Las tetas es la figura retórica, el tropos, al que se recurre para explicar esto.

Alein@d dijo...

Muy feliz cumpleaños!!!
Un buen vino, un buen queso, un buen libro.
Saludos desde las peguntas sin respuestas, desde la falta.