Esto es un cuento, es ficción.
Me es casi imposible saber cuando la conocí. Digo casi, porque debe ser que no me quiero acordar del episodio. Da lo mismo; seguramente no fue un encuentro muy grato. Sí me acuerdo de todo lo que vino a continuación, y claro, hubo feeling conmigo más que con cualquier otra persona, probablemente había un parecido natural, de esencia, de origen. Que cómo sé que hubo feeling: fácil, un día ella me habló cariñosamente y me dijo:
- ¡Lo único que te falta cabro de mierda… es que… es que… es que ahora te cagues en la cama! ¿No te parece suficiente el trabajo que le das a tu madre? ¡y encima te meas todas las noches!
Como siempre he sido un tipo obediente, al otro día desperté con la sorpresita reposando, todavía tibia, sobre las sábanas (si alguien desea dejar de leer en este punto, siéntase en completa libertad de hacerlo, sobretodo porque el asunto no mejorará). Esa fue la primera oportunidad en que sentí que iba a morir a causa de otro ser vivo, pero, como siempre ocurre en estas cosas: no pasó nada de eso. Se “cagó” de la risa y de ahí en más todo fue miel sobre hojuelas. Esa fue como la primera expresión de cariño, el primer “te quiero”, de ahí en más las expresiones verbales se transformaron en un estorbo, pasamos directamente al cariño expresado físicamente.
- ¿Te has fijado que el relativismo cultural aplica hasta que te tocan la fibra íntima o, tus intereses?
- O sea, que cuando nos empecemos a cagar de frío por la falta de gas en las casas, los hermanos bolivianos ¿van a dejar de serlo?
- Y lo más probable es que pasen de hermanos a conch… En todo caso no lo digo por mí, no, no, yo soy un tipo tolerante.
- Pero igual te vas a cagar del frío.
- mmmm, claro.
Ella siempre quiso lo mejor para su familia, pero la pobre incomprendida estaba tocada por la ironía de la fortuna, siempre encontró una mala forma para decirlo, comunicarlo o entregar esa ayuda. El cuento es que siempre la mandaban de vuelta con su solidaridad y con una clara recomendación que se la meta por aquella parte. Pobre…, en todo caso, a mí, después de aquel evento, creo que siempre me tocaba su ayuda luego que ya la había ensayado con otro, así es que gustoso la aceptaba. Sin embargo, siempre noté que me la entregaba con cierto desgano, así como si rato antes la hubiesen mandado a la mierda y venía resignada a evacuarla sobre mí.
Así es como esta pobre vieja vivía sus últimos días de vida, sin ella saber que iban a ser sus últimos empeños por ayudar a su prójimo, tenía un ritual, un circuito que duraba exactamente el año calendario. Era una carrera contra el destino, una forma de mantener la meta inalcanzable – claro, porque si das vueltas en un circuito, nunca vas a encontrar la meta – Ella, al igual que todos, partió de Llanquihue, es decir, era Yanqui-huana y, por supuesto, era de las de “este lado del río”, era nuestra. Con el andar fue construyendo su circuito y la mitad de América del Sur la vio permanentemente circular. La primera vez salió en dirección a Bariloche…