martes, marzo 24, 2009

Profesores que hablan mucho (primera parte)

14 parroquianos

“Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda”.

Mark Twain.

"Poder y saber se articulan por cierto en el discurso. Y por esa misma razón, es preciso concebir el discurso como una serie de fragmentos discontinuos cuya función táctica no es uniforme ni estable. Más precisamente, no hay que imaginar un universo del discurso dividido entre el discurso aceptado y el discurso excluido o entre el discurso dominante y el discurso dominado, sino como una multiplicidad de elementos discursivos que pueden actuar en estrategias diferentes."

Michel Foucault


Hace ya bastante tiempo que he tratado de encontrarle la culpa a la Dictadura por los problemas en la educación; siempre hay que encontrarle la culpa a la dictadura. Hay variadas circunstancias por las que se podría hacer la asociación: mala calidad de la educación – dictadura. Se podría hablar del problema que ha implicado la municipalización en el cambio del modelo jurídico administrativo, o del presupuesto y la deuda histórica con los docentes que se arrastra desde que el señor de las estrellitas era amo y señor, pero ninguna, hasta ahora, es una explicación sociopsicológica que asocie ese periodo gris con lo heredado en nuestras conciencias. Eso es lo que me parece haber descubierto, y quizá se trate no sólo de una variable social, sino de lo que ocurre en el interior de cada uno de nosotros. Espero que este acto (escribir) expulse cualquier rastro de la ignominia de llevar eso en la en la conciencia (y la inconsciencia).


En todo caso, en esta ilusión de haber descubierto algo, hay que considerar que parece no existir ideas originales y que todo es copiado o remedado de lo que otros, adelantándose, ya han realizado: “El hombre (…) es el más imitador (mimetikotaton) de todos los animales y es imitado (dia mimeseos) como adquiere sus primeros conocimientos”[1].
Se podría decir, no sin cierta ironía, que la propiedad de las ideas es más bien de quien las escribe, por la forma en que las escribe y de cómo articula eso que cree novedoso. Esa ilusión de propiedad (he ahí la ironía) deja de serla una vez que las ideas están escritas y vuelven nueva y libremente a circular en la lectura de otros, que leen lo que quieren leer y no lo que, bajo el signo de un mandato, se creyó necesario escribir. Se podría decir que sólo ahí radica lo novedoso, en el ejercicio de escribir, en entender que no es propiedad sino, por el contrario, expulsión en la escritura de algo que se creyó tener y poseer. Lo único propio es la creencia de haber tenido algo, lo propio es lo que queda luego de escribir: lo que se cree. La conversación con otras personas y las ideas que ellos, probablemente, también birlaron a otros (y que a su vez esos otros sacudieron de otros otros), es lo que presento ahora y que, por supuesto, como tal y como siempre, intenta sacar un par de demonios internos.


Lo primero que se debe hacer para el análisis es identificar los lugares, signos y sujetos en cuestión. Luego, disponer esos elementos en escena y crear un problema (¡crear un problema! Quizá la solución sea entonces no escribir esto), en este caso, el de la educación y su calidad. Es importante no olvidar que el tema debe ser asociado a las circunstancias históricas aludidas en el primer párrafo: la Dictadura. Finalmente, y para que no se preste a confusión de algunos que quieran comentar este texto, es necesario determinar el tropos que servirá de eje para el análisis.

Para ajustar las expectativas respecto de lo que a continuación se escribirá, es importante señalar que el tema se aborda desde lo que significa el acto del habla (y, por oposición, el acto del silencio), mas no de hacerse cargo de los distintos vericuetos de la educación (currículo docente, objetivos transversales, contenidos mínimos obligatorios, marco curricular, planes y programas, etc.). Es decir, se analiza la educación desde una dimensión actitudinal, desde la ética que ahí se pone en juego o, de su método, pero no desde el conocimiento y la especialidad, que finalmente son una excusa para educar, pero que no educan, sino que enseñan. Por otra parte, del tema de la “emociones” (a lo Casassus, o a lo Maturana), qué te puedo decir…, nada: - que el weón fuma. Diría Coco Legrand.



[1] Aristóteles: Poética. Citado en Bourdieu, Pierre. El sentido de lo Práctico. Buenos Aires: Siglo XXI, 2007. Pág. 43.