sábado, diciembre 31, 2005

1 de enero

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Hoy me di cuenta de que lo que escribí ayer en realidad lo escribí hoy: todo lo del treintaiuno de diciembre lo escribí el uno de enero, es decir hoy, y lo que escribí el treinta de diciembre lo escribí el treintaiuno, es decir ayer. Lo que escribo hoy en realidad lo escribo mañana, que para mí será hoy y ayer, y también de alguna manera mañana: un día invisible. Pero sin exagerar

Juan García Madero,
Personaje de “Los detectives Salvajes”.
Roberto Bolaño

miércoles, diciembre 21, 2005

La Diosa de la discordia

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La Diosa ha puesto una manzana en este blog. No se si para mi o para quién se sienta con los atributos para recogerla, esperaremos a ver si alguien se la quiere comer. El fruto aquel ha sido "dejado" en dos artículos o cuentos: "consumir o consumirse" y "Eloise" y aprovecho de contestar el último comentario en lo que es la mesa central de éste que ha pasado a ser un espacio compartido.

Es cierto que el blog no se actualiza con toda la frecuencia que me gustaría. El tiempo, en ese sentido no es un problema, siempre es una excusa. Si no ofrezco nuevos artículos se debe a dos cosas: a) que estoy tramando algo, y b) parafraseando a Bolaño, que a veces los monstruos que anidan dentro de la cabeza, simplemente, se niegan a salir. Esto último se relaciona con los microcuentos que he escrito y, efectivamente, puede que Eloise... no, estoy cierto que Eloise tiene un cúmulo de sensaciones que no ha mostrado. Así como me gustaría saber que sucedió con Tom Tom en su pasado y que va a ser del personaje que le ayudó a volar. En definitiva, instancias creativas de este tipo me eran ajenas, pero ahora se me revelan con un atractivo inconmensurable.

Por último, agradecer los comentarios y elogios de quienes me leen y me dan feedback. Si no se lee lo que escribo o, si no hay rapport el ejercicio de escribir me permite satisfacer una necesidad básica, todo lo demás es un plus que agradezco muchísimo y, por lo tanto, no hay deuda ni regaño a mis visitantes.

martes, diciembre 06, 2005

Puertas

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Ese día, llegó inusualmente alegre. Pedro nos contó acerca de los planes que tenía para resolver el problema de las puertas que no cerraban en su casa y explicó, a partir de eso, que la madera de las puertas tiene un tratamiento especial que es provocado en el crecimiento del árbol por una técnica usada por los ingenieros agrónomos. Profesionales que son preparados en una Universidad, donde el asistió a varias reuniones del movimiento y que ahí conoció al líder político que fue muerto y hoy es un ícono de la lucha, dictadura que le privó de la oportunidad de levantar una empresa, él, decía, es de izquierda (¿?)… Entremedio, y sólo a Juan, compañero de trabajo, le dio algunos consejos para ser más “potente” en el sexo (¿?). Me pareció raro, la verdad es que hablaba como atropellándose con las frases. Credibilidad no le doy ninguna, pero ese día andaba muy simpático, era agradable y me daba risa escucharlo. Completó todos los espacios de silencio hasta salir de la sala de reuniones dirigiéndose a no se dónde, eso sí, no tengo idea como va a resolver el tema de las puertas.

viernes, diciembre 02, 2005

Eloise

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Eloise escucha el sonido del ambiente, escucha, sólo escucha pronunciar palabras al punto que es una contradicción este relato, no debería haberse escrito ya que ella sólo escucha, y al mismo tiempo mira en 360 grados a pesar que tiene la vista fija en un punto. Mira y escucha, y de pronto lo que escucha se comienza a transformar en una inundación de significantes que se convierten en un tapón para sus palabras… no sale nada de su boca. Un pequeño hilo de aire recorre desde los alvéolos hasta la boca y viceversa, en un movimiento rápido e incesante. Luego, la humedad contenida en sus ojos nublan su vista, al mismo tiempo que su cabeza ha transformado las palabras en ruido. Eloise esta detenida en el tiempo, amarrada a un tic tac que no afloja. Sabe que es mínimo el esfuerzo para liberarse, pero cree, al mismo tiempo, que un cable de acero alrededor de su pecho la retiene a la silla.
Levántate… no seas tonta… era una broma, le dicen.

lunes, noviembre 28, 2005

Tom Tom

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Tom Tom sube las escaleras, llega al quinto piso. Recuerda los momentos que vivió cuando era niño y las caricias que dejaron de ocurrir por el inevitable devenir del destino que marca el sino de cada persona. Avanza dos pisos más y una gota de agua recorre su mejilla producto de lo que próximamente será un recuerdo, gota que refleja la humanidad de quien la derrama y que no decanta en encanto por anudar el deseo a la vida. Abre el cielo seis pisos más arriba, lugar que esta en las antípodas de lo que podría acogerlo. Corre por la azotea y el sudor helado comienza a recorrer a raudales su cuerpo, cierra los ojos y vuela…

Los Castigos encubiertos. El delito sin Rostro. II

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¡Oh Dios, perdonadlos porque no saben lo que hacen!

Esta fase esta dominada por el término de los suplicios como forma de pagar por los delitos y por el comienzo del castigo ejercido a través de la privación de libertad o el pago de una multa por la falta cometida. Como toda fase intermedia es pobre en conceptualizaciones, las instituciones aparecen debilitadas y el fenómeno, en este caso, de la delincuencia aparece como poco conocido por las nuevas características que la sociedad comienza a otorgarle. Sin embargo y pese a lo anterior esta fase no carece de atractivo y puede constituirse en el nodo para entender la venidera.

La vivencia del castigo se introyecta a niveles "inconscientes" y el sentimiento de culpa que sobreviene de ahí no permite la demostración de fuerza de la justicia, o tal vez, contrariamente la justicia percibe una relación prohibida entre el espectador y las consecuencias del báculo del Rey, en tanto metáfora de la justicia. Esta sentencia de prohibición hace que el sujeto castigador se repliegue y refugie en el recinto carcelario y en su secreto sea ejecutada la pena. La justicia para cumplir su cometido desaloja el castigo de la escena social y reprime la mirada del espectador, es entonces cuando el castigo se convierte en una acción encubierta y el delito comienza a carecer de rostro. En esta fase el rehén de la representación del castigo es liberado del ojo público producto de la arremetida de la conciencia moral y del imperio de la razón que comienza a sentar las bases de la sociedad moderna sobre los rasgos instintuales de los espectadores. La experiencia del castigo del otro se vuelve hacia LO MISMO por el pseudo delito cometido contra aquel “imbécil” que colgó de una soga, fue tirado desde sus cuatro miembros por caballos, o fue quemado y mutilado. ¡Oh Dios, retiradle eso con lo que no deben gozar!

Sin embargo el rehén, ahora de las formas ocultas del castigo, ubicará nuevas formas de lucha y florecerá cual monstruo que atrapa a su presa y sus fauces se atascan con la imposibilidad de manejar este nuevo devenir. El goce en el castigo aparece, nuevamente, más sutil, más audaz, utilizando intermediarios que permitirán el amague frente al sentimiento de culpa.

Por el siglo XIX el tratamiento de la criminalidad activa en las instituciones encargadas y también en la sociedad en general el cuestionamiento de castigar, por lo mismo que el delincuente comienza a ser encerrado y deja de ser sometido a los suplicios que antaño eran frecuentes. A su vez aparece una concepción utilitarista, en el sentido de prevenir cualquier acción reñida con la justicia

miércoles, noviembre 23, 2005

Los Castigos encubiertos. El delito sin Rostro. I

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A continuación expondré sobre el curso que sigue las diferentes formas de penalizar al delincuente, buscaré las diferentes experiencias que vivencia el sujeto en la historia de la justicia.

Desde la Edad Media a nuestra época la relación espectador-justicia ha pasado por un continuo de cambios, basta decir que al infractor se le llamaba “pecador”, en cambio ahora se lo llama delincuente; antes el infractor era torturado hasta que le sobrellevara la muerte, en cambio hoy es encerrado; antes el castigo perseguía la redención del alma hoy se encierra al delincuente para encontrar posteriormente su arrepentimiento y reinserción social.

Sin embargo, el tema al que pondré especial atención se refiere a la contraparte en este proceso: el espectador, arriba cuando me refería a sujeto, quería decir espectador, el que gozaba con el espectáculo del castigo. Ciertas personas e incluso autoridades e instituciones podrían afirmar que: en la sociedad moderna la relación de la justicia con el infractor y, de la sociedad con el infractor es más humana, en tanto no se le somete a los suplicios de otras épocas, que esta relación, al igual que en otros ámbitos de la vida cotidiana, se fundan sobre principios racionales y científicos, quedando fuera de ello los preceptos religiosos inquisitoriales y las irracionalidades cometidas en otras épocas. Teniendo presente lo señalado por Levi Strauss en relación a las afirmaciones que se hacen sobre las culturas antiguas como “culturas sin historia”. A pesar de la colosal empresa en el desarrollo del psicoanálisis guiada por Freud y Lacan, es poco probable que la sociedad y los sujetos que la componen mejoraran en la relación con el espectáculo que implica el sufrimiento del otro, el no mejoramiento implica seguir gozando (ver concepto de goce en Nestor Braustein. 1990). El goce y un conflicto psíquico que aún persiste; la afirmación de que la sociedad moderna ha mejorado y afirmar que los niveles de agresividad han descendido sustancialmente, comprometería quedarnos sin explicación para los conflictos bélicos más graves producidos en la historia de la humanidad (sin pretender, por cierto, ser ésta la explicación única). Por lo tanto, no puede sino producirme dudas las afirmaciones de higienización en la relación espectador-justicia. Es sobre esta duda que se construye esta parte del ensayo, lo cual implica encontrar los elementos para hacer válida la afirmación que los espectadores siguen “gozando” con el sufrimiento del castigado.

Tomaré como punto de partida la forma de aplicación del castigo en la Edad Media hasta el retiro del espectáculo alrededor de los años 1770 a 1780, luego, en la segunda fase considerare el siglo XIX como fase de ocultamiento del castigo para la mirada ajena y, por último la sociedad moderna o lo que va de las postrimerías del siglo XX hasta nuestro días. En este proceso se inserta un cambio profundo en la sociedad occidental: el capital, la ciencia, la sociedad burguesa, la muerte de Dios, y el drama de Fausto entre otros son el escenario de la transición del pecador al delincuente. Estos tres periodos comprenden el proceso de transformación del objeto de goce del espectador. Vale decir que la problemática surge en la cuna del desarrollo de la cosmovisión occidental, esta es: Europa, siendo extensiva a Latinoamérica producto de la colonización española y portuguesa y el consabido arrastre de la moral cristiana.

En la Edad Media la pretensión de universalización de las leyes eclesiales y la ofensa a Dios se hace ubicua en la infracción, el castigo corporal y el suplicio son las únicas formas de expiar la culpa del alma. La necesidad de universalizar las leyes permite a esta manifestación religiosa montar en la escena social el rito de la ejecución del castigo, con el objeto de mostrar la vergüenza de quién comete pecado. Para el espectador este rito se presenta como la oportunidad de canalizar su agresividad tomando parte en el juicio y castigo que termina con el infractor, cuestión que permite a la Iglesia cumplir con el cometido de mostrar la ley y agrupar la agresividad social para que no encuentre manifestaciones diversas que pongan en peligro la convivencia social.

El castigo era ofertado cruda y carnalmente a la concurrencia de los mirones o espectadores, en ella se podían observar diferentes tipos de torturas corporales antes de dejar morir al infractor. A los delincuentes se les provocaban heridas sobre el pecho y en ellas se vertía plomo, aceite y cuanto elemento pudiese agregar sufrimiento al individuo, se les desmembraba de extremidades inferiores y superiores, se les cortaba las manos, la lengua, etc. sería bastante largo enumerar la serie de penas creadas para los diferentes tipos de infracción[1]. Los espectadores capturaban como rehén esa imagen de justicia audaz, corregidora, protagonista en el arte de montar un espectáculo, donde ella era la única autorizada a ejercer los adecuados suplicios para lograr la reforma del delincuente o para terminar con su vida, y los espectadores vivenciaban, a saber, de la divinidad de la misma; la justicia provenía directamente de Dios Padre y encuentra su representación terrenal en la figura del Rey, por lo tanto, se entendía que todo delito era, en realidad, cometido contra esa figura no importando si la víctima fuese realmente el Rey, lo gravitante no es que él represente a la sociedad, ya que no lo hacía, sino a la Justicia y cualquier avasallamiento a la justicia significaba la ofensa directa al Rey.

La triada espectadores - rey - infractor, además de constituir una relación social puede agregarse como relación íntima entre los actores, ya que no sólo se encuentra comprometida la ejecución de la pena y la presencia del espectador, también se entremezclan razones y sentimientos; conciencia e inconsciencia, a favor o en contra de los unos hacia los otros.

En latencia se crean sentimientos de angustia entrelazados con satisfacción sobre todo en el sujeto espectador, la relación de la triada puede expresarse del siguiente modo: "¡Tantos niños (espectadores) se consideran seguros en el trono que les levanta el inconmovible amor de sus padres, y basta un solo azote para arrojarlos de los cielos de su imaginaria omnipotencia! Por eso es una representación agradable que el padre azote a este niño (delincuente) odiado, sin que interese para nada que se haya visto que le pegaran precisamente a él. Ello quiere decir: El padre no ama a ese otro niño, me ama solo a mi”[2], cada restablecimiento de la justicia llevado a cabo por la aplicación de una pena sobre algún súbdito involucraba en el espectador la confirmación del amor del Rey hacia sus súbditos.

En la mirada del espectador, también participaban elementos cognitivos acerca del delincuente y la simbología de éste para con la ruptura del la armonía societal, se sabía que el delincuente había sido capaz de acercarse demasiado a los representantes de la justicia, se sabía que entre él y la justicia existía una relación más cercana que el común de la gente hubiese querido tener, se sabía, por tanto, que la eliminación del infractor incurriría en el restablecimiento del ordenamiento social y la relación normal entre la justicia y la sociedad. Por tanto, el espectador podía tranquilizarse en la certeza de que la justicia, en tanto elemento de la penalización y de ortopedia social, cumpliría con la paz social.

Hoy en día la presentación de los actores ha cambiado, aunque estas prácticas puedan aún existir aisladamente, el punto neurálgico radica en descubrir la forma en que se manifiesta la fase intermedia, la etapa de la historia penal transcurrida en el siglo XIX.. “Esta segunda fase es, de todas, la más importante y grávida en consecuencia; pero en cierto sentido puede decirse de ella que nunca ha tenido una existencia real. En ningún caso es recordada, nunca ha llegado ha devenir-conciente. Se trata de una construcción del análisis, más no por ello es menos necesaria”[3].

[1] El principal contrapunto en la aplicación del la pena es; la búsqueda de un castigo específico para cada infracción en la Edad Media, que como se ha dicho se traduce en un sin número de torturas, y la unificación de la pena en la Sociedad Moderna.
[2] Freud, Sigmund: “Pegan a un Niño”, en Obras Completas, Tomo XVII. pág. 184. Los paréntesis son mios.
[3] Freud, Sigmund: “Pegan a un Niño”, en Obras Completas, Tomo XVII. pág. 183

sábado, octubre 22, 2005

Consumir o Consumirse.

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Cuando se expone un tema es importante captar la atención de la audiencia, tanto por la importancia de lo que se quiere comunicar, como por la necesidad de ser escuchado. Creo que una cuestión indispensable, en esta línea, es involucrar a los asistentes a una exposición con el sentido de lo que a ellos identifica y que viven cotidianamente. Así, una forma de conectarlos con el contenido es llamar su atención concurriendo a la interpelación directa de los participantes a través de algún ejemplo que los conecte directamente con el tema. Otra forma, es desplegar en la escena los sentimientos que involucran al orador con el tema expuesto y la naturaleza de la elección del mismo. En otras palabras, se trata de hacer evidente y manifiesto el lugar desde el cual se esta hablando y lo que se cree, se trata de aclarar al otro los valores que mueven determinada interpretación del tema a exponer. Es decir, me opongo a lo que algunos interpretan de Max Weber en sus textos de Política y Docencia como vocación, que dice relación con que el académico debe entregar sus conocimientos dejando de lado la valoración propia de los conocimientos que entrega. La exposición de algún tema es el lugar de intercambio donde se espera consumir una idea, en el sentido de agotarla y a partir de la cual obtener conclusiones, es el lugar donde se pone en movimiento el deseo para obtener un producto que no necesariamente es una invención de la economía. Hoy, en nuestra sociedad asistimos a la utilización del re-deseo y lo más arriba expuesto es, precisamente, de lo cual carece la sociedad moderna y que en las siguientes líneas intentaré clarificar.

Alguien podría preguntarse: - ¿Qué tiene que ver esto con el consumo?. - Creo que todo.

Todo, en el sentido de captar la atención del público para elegir determinado producto y para lo cual se utilizan metodologías que apuntan a la emoción más que a la racionalidad del consumidor. Captar la atención de una audiencia ante una exposición de ideas tiene el sentido de informar acerca de determinadas teorías o ideas. En cambio, cuando el llamado a la emoción o a vincular el discurso con el “sentido” se circunscribe a la venta de un producto, ya sea de bienes o servicios, es donde la utilización de la emoción se torna en un agente perverso. Puesto que, se asocia al producto, de manera velada, características que no tiene y nunca poseerá e impide de parte del consumidor tomar una decisión verdaderamente informada y en la cual ubique una decisión racional.

En el consumo se ponen en juego, por una parte, las necesidades de la persona y, por otra, los productos que pueden satisfacer esas necesidades. Por consumo entenderé “el conjunto de procesos socioculturales en que se realiza la apropiación y los usos de los productos. Estos pueden estar a disposición en cualquier parte y pueden ser consumidos de diversas maneras: el simple hecho de su existencia, transforma a los productos en potencialmente consumibles y da a todos el derecho legítimo de aspirar a tenerlos, ya que fueron producidos con el esfuerzo de toda la sociedad”[1].

La necesidad remite a algo que falta al sujeto y éste puede desearlo con más o menos intensidad dependiendo de que es lo que le falta. Esta intensidad sufrirá modificaciones en la sociedad moderna de tal forma que pasa a desearse productos que antes no se situaban en el centro de la satisfacción de las necesidades vitales. En la lógica del capitalismo, los productos generan o crean necesidades que antes no existían, no siendo esto suficiente, estos productos pasan, muchas veces a ocupar el espacio de las necesidades vitales en cuanto al deseo que el sujeto tiene por ellos.

En la sociedad tradicional, entendiendo por ella toda sociedad occidental y premoderna, el consumo se circunscribe a una economía doméstica basada en la reproducción simple, donde no existe acumulación de capital. Estas sociedades se estructuran en comunidades relativamente cerradas al influjo de otras culturas. La acción se orienta a la conservación de la comunidad y su toma de posesión en la historicidad del grupo. La estructura normativa es rígida rechazando la diferencia, estas sociedades suelen ser conservadoras y reticentes al cambio social, pero esta misma rigidez normativa es la que permite mantener cohesionado al grupo y reaccionar colectivamente frente al otro que se le ve como potencial agresor y debilitador de la homogeneidad de la comunidad.

La diversidad se cristaliza hacia fuera, en el entorno de la comunidad, o en lo que representan las demás comunidades. La diversidad se presenta en el errante que entra a la ciudad y va de paso por ella o con la llegada de mercaderes que comercian productos exóticos y que traen consigo a los locos en sus stultifera navis. Lo otro, es importante en la construcción de la identidad y la cultura de un pueblo, el sujeto y el yo se constituyen a partir de la diferencia de aquello que no es lo propio y que permite saber cual es la diferencia del sujeto.

El producto que emana del trabajo es un elemento que, así como la normativa de la sociedad y sus preceptos morales, constituye a la cultura de un grupo. Para la sociedad tradicional no será tan relevante (lo que no quiere decir que carezca de importancia) la producción y el consumo, puesto que su eje gira en torno al ser, a diferencia de la sociedad moderna que deambula en la construcción del “hacer”: “Para conseguir la síntesis que ansía, Fausto tendrá que asumir todo un nuevo orden de paradojas, cruciales para la estructura de la psique como de la economía moderna… Fausto ha regresado una vez más a su estudio solitario para meditar sobre la condición human. Abre la Biblia al comienzo del Evangelio según San Juan; ‘Al principio era el Verbo’. Considera que este comienzo es cósmicamente inadecuado, busca una alternativa y finalmente elige y escribe un nuevo comienzo: ‘Al principio era el Hecho’. La idea de un Dios que se define por la acción, mediante el acto primigenio de la creación del mundo, lo regocija,… se declara dispuesto a consagrar de nuevo su vida a acciones creativas en el mundo”[2]. A través del Fausto de Goethe, Berman se refiere al cambio en la cosmovisión de la sociedad y como ésta se inclina en la modernidad, a diferencia de la sociedad tradicional, por el hacer; el producir; la creación de un estado donde el confort sea una cuestión cotidiana y, muestra además, la conexión que el obrar humano de la sociedad tiene con la moral cristiana y que se manifiesta en la Biblia como texto rector de la moral de la civilización occidental. Por cierto, el giro que ilustra el autor da cuenta del nacimiento de una nueva preocupación por la acumulación de capital por la vía del ahorro y la inversión que aumenta la potencia de las fuerzas productivas.

En las sociedades tradicionales el consumo esta orientado a la satisfacción de necesidades fundamentales (comer, vestir y habitar). El consumo se refiere al gasto de aquellas cosas que con el uso se extinguen o destruyen o, a la utilización de un bien para satisfacer las necesidades. En las ciudades perdidas y alejadas de la modernidad, existen talleres mecánicos donde los automóviles son reparados una y otra vez y que a pesar de haber cumplido su vida útil se los sigue utilizando, al dueño no le interesa reemplazarlo pues, en el vehículo encuentra la satisfacción para una necesidad básica; trasladarse. El intercambio de productos se realiza entre iguales insertos en economías domésticas. Se puede decir que carecen de una voluntad de acumulación y les interesa más bien permitir la reproducción (económicamente hablando). El producto que se obtiene no esta orientado a alcanzar determinado estatus para quien lo posea. El hombre está preocupado de alcanzar el honor en instancias distintas al mercado y la oferta de productos, esa preocupación es constitutiva de su identidad y la de su grupo. El valor fundamental en este tipo de sociedad es la comunidad por sobre el individuo. Ahora bien, en el nivel estrictamente económico, el producto adquiere importancia vital para la reproducción de la sociedad y en ese sentido es apreciado, usado y re-usado.

Del consumo del producto y el deseo del mundo

Según el diccionario de la Real Academia Española la palabra consumir (y derivaciones) tiene los siguientes significados:

Consumar: (Del lat. consummāre). 1. tr. Llevar a cabo totalmente algo.. 2. tr. Dicho de los legítimamente casados: Realizar el primer acto en que se pagan el débito conyugal. Consumar el matrimonio. 3. tr. Der. Ejecutar o dar cumplimiento a un contrato o a otro acto jurídico.
Consumir. (Del lat. consumĕre). 1. tr. Destruir, extinguir. U. t. c. prnl. 2. tr. Utilizar comestibles u otros bienes para satisfacer necesidades o deseos. 3. tr. Gastar energía o un producto energético. 4. tr. Dicho de un sacerdote: Recibir o tomar la comunión en la misa. U. t. c. intr. 5. tr. coloq. Desazonar, apurar, afligir. U. t. c. prnl. 6. tr. ant. Dicho de los legítimamente casados:
Consumo. (De consumir). 1. m. Acción y efecto de consumir (ǁ comestibles y otros géneros de vida efímera). 2. m. Acción y efecto de consumir (ǁ gastar energía). 3. m. ant. Extinción de caudales, de juros, libranzas o créditos contra la real Hacienda. 4. m. pl. Impuesto municipal sobre los comestibles y otros géneros que se introducen en una población para venderlos o consumirlos en ella.
Consumismo. 1. m. Tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios.

Desde la economía, lo habitual es entender la palabra consumir con la acepción: Utilizar comestibles u otros bienes para satisfacer necesidades o deseos. Se da por sentado que ese bien es tangible y satisface una necesidad material. Sin embargo, existen otros productos que pueden ser consumidos y no necesariamente son tangibles. Como expondré más adelante, en la sociedad actual los objetos traen consigo signos y símbolos que también están dispuestos para distintos usos, entre ellos, ser consumidos.

La palabra consumo tiene otras acepciones a las utilizadas por la economía. EL significante consumo va cambiando el uso de su significado conforme al periodo histórico al que nos aboquemos. Si la Sociedad Tradicional usa el término en el sentido del gasto de: Destruir, extinguir o de aquellas cosas que con el uso se extinguen o destruyen, la Sociedad Moderna usará la definición: Utilizar comestibles u otros bienes para satisfacer necesidades o deseos, para llegar al estado actual donde el consumo esta referido al desgaste de los signos, el lenguaje y el deseo más que del objeto material.

Haré la distinción entre la Sociedad Moderna y las Post-industrial para marcar las diferencias que aparecen en el cambio de los patrones de consumo desde el advenimiento de la modernidad hasta nuestros días.

El paradigma de la modernidad sobreviene como una lectura de lo social que esta en transición desde lo Tradicional a lo Moderno. Ser Moderno, o una sociedad que se llama como tal, debe propugnar la idea del progreso. Se entiende con esta idea que se deben generar cambios en los diferentes aspectos de la vida social, política, económica y cultural. En la política se desconcetra y descentraliza el poder en los distintos representantes y poderes del estado, la secularización es una aspecto importante en este proceso, en el que lo divino deja de ser el centro del universo y su lugar es ocupado por el hombre. Lo anterior es resultado del creciente deseo de “progreso” que sienten los individuos, producto, entre otros, de la posibilidad de movilidad social, que abre las expectativas de ascender en la escala social. Lo anterior también es resultado del predomino de la razón que se gesta con el movimiento de la Ilustración y que permite la individuación, en contraposición a la Sociedad Tradicional, donde el individuo esta coludido y es secundario en importancia; lo más relevante, como se decía anteriormente, es la comunidad.

Con la Sociedad Moderna la producción y su consumo adquiere la función de abrir “espacios para que vivan muchos millones de personas, no seguras, pero si libres para la acción… y la clave del éxito reside en la organización del trabajo visionaria, intensiva y sistemática… Todas las barreras naturales y humanas caen ante el empuje de la producción y la construcción”[3]. En ella la producción de bienes materiales tiene una importancia superlativa, así como la propiedad privada de los medios de producción y, por el estatus y la capacidad de consumo y, finalmente, por la ostentación del poder como formas de diferenciar a los integrantes de una sociedad y los grupos a los cuales pertenece. Estatus se refiere, como dice Weber en la página 932 de “Economía y Sociedad”, al estilo de vida y al consumo de los bienes producidos y, la clase, a la producción económica. Ambos ámbitos de la vida social, por una parte social y por otra económica, se sintetizan en el consumo. Este es el punto del intercambio de las sociedades que, obviamente, en gran medida determina la construcción de identidad.

En el intercambio, el hombre no sólo comparte lo que se produce como mercancías que se obtiene de la puesta en marcha de las fuerzas productivas. También, sus creencias, modos de sentir, comprender y actuar en el mundo, en otras palabras: comparte cultura. Reconocer la historia es una acción constitutiva de identidad y, por tanto, permite saber quién se es por las diferencias con las demás historias y por la particular forma de ver el mundo que tiene cada pueblo. Sin embargo, la tendencia hacia la globalización y la conformación de la aldea global, hace que la orientación de la construcción de identidad se entrelace con los otros pueblos (hecho que por sí mismo no tiene ningún aspecto negativo, todo lo contrario) y que tiende hacia una homogenización nociva como consecuencia del intercambio que se basado exclusivamente en lo comercial y económico, bajo ciertos patrones y estándares; es posible esperar como producto lo mismo aquí o a trece mil Km. Esto genera una crisis de alteridad que necesariamente lleva a una crisis de identidad.

Los patrones de intercambio multifacéticos se modifican circunscribiéndose en la modernidad al ámbito de la economía. De esta forma, lo predominante como fenómeno es su reducción a mercancías que, gracias al desarrollo de los canales de comunicación en el mundo entero, permite que en cualquier lugar se consuma el mismo producto. Por lo anterior, existe una tendencia hacia la homogenización en el consumo que tiene repercusiones en la construcción de identidad. El consumo, como satisfacción de una necesidad, al encontrarse unidimensionalizado produce un vacío en la configuración de la identidad, ese vacío ha de ser llenado de a través de algún mecanismo y, adelantándonos un poco, la forma común que adopta la sociedad actual para resolver ese problema es añadir o adherir al producto componentes de satisfacción personal relativas al estatus, lo cual no quiere decir que se solucione el problema inicialmente planteado. El sujeto ante la escasez de productos culturales, sociales o económicos propios de su entorno, busca satisfacer esa necesidad en algo material (un producto de consumo masivo) carente de significación en la historia de su entorno. Se pretende llenar vacío con productos materiales de la cultura de consumo de masas, se pretende que latinoamericanos vivan el amercan way of life o, que se adopte el Feng Shui como forma de ordenar el hogar.

Notése lo siguiente, el Feng Shui es un una ciencia-arte, proveniente de la cultura China, donde a través de un desarrollo de siglos los sabios taoistas descubrieron que el ambiente puede ser mejor distribuido y generar una mejores condiciones para habitar un lugar. Lo que se señala sucintamente del feng shui, en realidad es muchísimo más profundo y cada cual tiene la oportunidad de profundizar en el tema, sin embargo, en occidente se ha convertido en una mercancía más y que los distintos productos (artefactos) asociados (o tal vez no tiene nada que ver) a este arte chino, se comercializan por partes, sin el sentido que ellos tiene, sin considerar la complejidad y los contenidos de la literatura que los chinos han escrito sobre el tema. También, cabe hacer notar que estos productos son sacados de su contexto, es decir: de la familia china que tiene una determinada constitución y características que la hacen distinta a las familias de occidente; de entorno constituido por una religión, política e incluso de códigos distintos.

En los años posteriores a la segunda guerra mundial, los países industrializados de Norteamérica, Europa y Asia alcanzan tasas de crecimiento económico mayores en tres veces a los 130 años anteriores. Lo cual deja entrever una enorme voluntad y deseo de progreso y confort material que configura, precisamente, el paradigma de la modernidad y que establecen la diferenciación entre las sociedades desarrolladas y las subdesarrolladas. Distinción circunscrita a los aspectos económicos.

Según Rostow, para alcanzar el crecimiento económico se deben seguir la sucesión de cinco etapas

I. La sociedad tradicional.
II. Preparación para el despliegue.
III. Despliegue.
IV. Crecimiento autosostenido.
V. Consumo de masas.

Las sociedades que desean alcanzar el crecimiento económico deben destinar gran parte de su producción al ahorro, para generar inversión y la potenciación de las fuerzas productivas.

Con todo, los países del norte se constituyen en el ejemplo a seguir, crean un producto que dará muchos dividendos en su relación con los países llamados subdesarrollados. Estos últimos encontrarán en el paradigma de la modernidad un producto que están dispuestos a consumir y para lo cual empeñan todos sus esfuerzos en la sustitución de importaciones. Se hace necesario, por tanto, el fortalecimiento del sector I y II de la economía y la facilitación de créditos para su implementación. Las instituciones creadas para tales efectos son el FMI, el GATT y el Banco mundial.

Estos son alguno de los mecanismos por los que se tiende a la homogenización de la cultura, y en lo que al tema concierne: a la hegemonía de ciertos productos a consumir desde los que se establecen los estándares de una sociedad desarrollada. La producción de tecnologías que permiten el abaratamiento de costos, posibilita que esos productos puedan ser consumidos por los diferentes sectores sociales. De hecho, cualquier persona de los sectores populares de los países subdesarrollados tiene acceso al consumo de zapatillas de marcas y los padres prefieren comprarlas para sus hijos en vez de abrigo que proteja del frío invernal, puesto que esos productos otorgan un estatus virtual a quien las posea. Nuestra cultura posee una enorme capacidad para cambiar el ordena de las prioridades y de esa forma convertir las cosas importantes en secundarias y las secundarias en importantes. En esto tiene incidencia la concentración de los medios de comunicación masiva que trastocan la importancia de cuales deben ser los bienes de primera necesidad


De la muerte del consumo y el re-deseo

En la sociedad posindustrial las necesidades básicas se encuentran satisfechas (aunque no para la gran mayoría) por productos que se caracterizan por ser transitorios y que son rápidamente desechados. Habitualmente, la sociedad recibe el apellido “de consumo” y la etapa de la sociedad en donde se alcanza el estado de desarrollo es catalogado como: “consumo de masas” (Rostow). En esta etapa, y gracias al potenciamiento de las fuerzas productivas, se llega a la producción de grandes cantidades de productos para el consumo.

La globalización tiene como consecuencia la ampliación del intercambio de mercancías entre los distintos países y la homogenización o estandarización de lo que se produce, lo que indudablemente tiene efectos en la producción de la cultura.

En ese contexto, se debe consignar la gran competencia entre los productores de una misma mercancía. La competencia, sin embargo, ya no se refiere a las características del bien que se ofrecerá. El acceso a la tecnología ha permitido que se pueda producir una misma mercancía en distintos lugares y a similares costos, por lo tanto, la industria deben hacer un esfuerzo adicional para captar la preferencia del público consumidor. Es por ellos que se hace indispensable diferenciarse, pero ¿cómo? los signos o imágenes que se comercializan con los objetos juegan ahora un rol preponderante.

¿Qué es lo que se vende con esos productos? O, dicho de otra forma ¿qué es lo que compran los individuos? Cuando se elige un producto se esta adquiriendo un objeto que posee una marca distintiva y que distinguirá al individuo que lo posea de los demás. Con ello, existe en el objeto de consumo la posibilidad de diferenciarse del resto y construir una identidad propia. Con la adquisición de estas mercancías se satisface la necesidad de alcanzar un estatus social distinto que represente los aciertos y éxitos del individuo en la vida cotidiana. Estatus que es efímero y que desaparece igual que el objeto por su carácter transitorio.

El individuo entra en un círculo del cual es difícil de salir, incluso, son tantos los signos que muchas veces no hace falta gastar dinero para consumir estos símbolos.

Lo que permite generar un círculo vicioso es que el producto u objeto comercializado pretende satisfacer un deseo que nunca podrá ser llenado. Ya que los símbolos hacen referencia a la satisfacción de necesidades que van más allá de lo material que motivo la búsqueda inicial en la mercancía, Lo simbólico, expresado a través de signos y códigos, dicen relación con actitudes, conductas formas de pensar del ser humano y, obviamente, en la vuelta que se da, primero buscando (sin querer buscarlo) satisfacer un deseo con una mercancía, pero que luego, o primero (y por eso se adquiere, por ser primero ese sentido), se asocia a signos y códigos… en esa vuelta, algo se pierde o en realidad se fue a buscar algo que nunca existió sino como una ilusión o virtualidad: “En el principio era el goce pero ese goce no se sabe sino a partir de que se le ha perdido. Porque esta perdido es. Y porque el goce es, lo real, lo imposible, es lo que se persigue”.[4]

El sujeto en su afán de encontrar ese objeto primordial caerá en la trampa y como no lo encontró en el primer objeto buscara un segundo, un tercero y así sucesivamente. Lo patológico en todo esto no es el hecho de desear, sino buscar la satisfacción de ese tipo de deseos (trascendentes) en objetos de consumo, en objetos materiales. En definitiva, y volviendo al punto, lo que interesa no es el consumo del producto, sino el consumo de aquel signo que no se posee. “De allí que el consumista es un permanente insatisfecho y el consumo se torna sinónimo de desvalorización de ideologías, mitos, ídolos, modas y, por supuesto, objetos”[5].

Alguno de los medios para enganchar al sujeto a esta dinámica es la publicidad y la propaganda que, si bien no persiguen el mismo fin, se retroalimentan. La primera siempre se refiere al ámbito de lo económico y la comercialización de los productos, en cambio, la segunda hace referencia a la difusión de ideas, doctrinas e ideologías.

El sujeto se estructura por el orden simbólico y por ello es importante la vinculación que tiene con la sociedad, específicamente, por los medios que llega a conocer los productos “El sujeto no llega a serlo por unas exigencias singulares ni por su desarrollo autónomo, ni por la maduración neurológica ni por el despliegue de una libertad esencial, sino que esta constituido como tal a partir de requerimientos emitidos por la estructura social y ejecutados por las instituciones, los aparatos ideológicos del estado, siendo los fundamentales en el modo capitalista de producción la familia, la educación y los medios de difusión de masas”[6]. La publicidad se emplaza más como una engaño hipnótico que como la voluntad de informar acerca de las características de un determinado producto, utiliza la propaganda para llenar de contenido el mensaje con cuestiones relativas a las posibilidades que se tiene en el mundo si se utiliza determinado objeto, alude a lo que al sujeto le falta pero no en términos de la necesidad material, por el contrario, lo que falta psíquicamente. En definitiva, con la propaganda se agrega un contenido ideológico en la venta del producto.

Por consumo se entiende el gasto de aquellas cosas que con el uso se extinguen o destruyen o, la utilización de un bien para satisfacer las necesidades. En la sociedad posindustrial el consumo de los objetos materiales nunca se realiza, ya que los objetos no se llegan a gastar cuando se están reemplazando por otros y con ello se transfiere una enorme cantidad de recursos desde los consumidores a los dueños de los medios de producción. En la dinámica de la sociedad burguesa las estructuras, los edificios no alcanzan a terminar de usarse cuando ya están siendo reemplazados por otros más modernos, citando a Marx y de paso a Berman, en la sociedad burguesa “todo lo sólido se desvanece en el aire”.

Si los objetos de consumo nunca llegan a gastarse, entonces adquieren un carácter transitorio en su uso, lo que impide su desgaste definitivo. La transitoriedad en el uso de los productos es también transitoriedad en el cumplimiento del re-deseo* con lo cual el sujeto goza tratando de llenar el deseo verdadero.

El problema es que se desgasta también uno de los elementos centrales en el intercambio entre los hombres: el lenguaje, o más específicamente, la palabra. Se debe recurrir entonces a lo evidente para tratar de llenar ese vacío comunicacional. En la espiral de consumo, lenguaje, desvalorización, etc. y para llamar la atención de la audiencia, de la cual hablaba al principio, el mercado ha encontrado que se hace necesario producir quiebres discursivos pero que están orientados no a la comunicación de ideas y la producción de cultura, sino a la venta de objetos materiales y de paso el desgaste al que se hace mención al comienzo del párrafo, cease a continuación como lo que se quiere significar no lo hace y los significantes se reacomodan

“En una película americana: un tio liga con un tía, prudentemente, con modales.
La tía contesta: - What do you want? Do you want to jump me? Then change your approach! Say: I want to jump you! Y el tío molesto: - Yes, I want to jump you. – Then, go fuck yourself!. Y más tarde cuando cae la noche: - I make coffe, and then you can jump me, etc. De hecho, ese discurso cínico, que se pretende objetivo, funcional, anatómico y sin matices, es sólo un juego. Juego, desafío, provocación desfilan en filigrana. Su misma brutalidad es rica en inflexiones amorosas y de complicidad. Es una nueva forma de seducción.
O también esa historia sacada de Bal des Schizos, de Philip Dick:
- Llévame a tu cuarto y jódeme.
- Hay algo indefinible en tu vocabulario, que deja que desear.
Se puede entender como: tu proposición es inaceptable, le falta la poesía del deseo, es demasiada directa. Pero en un sentido el texto dice lo contrario: que la proposición tiene algo ‘indefinible’ y que por ello abre la vía del deseo. La incitación directa es demasiado directa precisamente para ser verdad, y a causa de esto, remite a otra cosa”[7].

El texto da cuenta de algo que va ha ser consumido en el acto sexual; el deseo sexual. Sin embargo, no aparece como suficiente para el sujeto y debe construir alguna imagen que acerque a lo imposible de alcanzar ese objeto que no existe, el motor del asunto es el deseo, pero también es su fin último. Luego de ese intercambio, en donde se hizo aparecer el fantasma del goce, el vacío del acto sexual pasa a ser una filigrana. Lo que se busca es mantener la esencia que el acto sexual apagaría. Lo que aparece como un juego interesante, llevado al mercado se convierte en algo lamentable, es decir, donde asistimos a la muerte del consumo como desgaste de los objetos y en su lugar re-deseo como motor del consumo de la sociedad postindustrial, un consumo que en realidad no consume.
Conclusión


Para las sociedades tradicionales, los indígenas latinoamericanos o australianos la droga (marihuana) es un elemento cultural para la celebración de ritos que conectan a la comunidad con lo SACRO, la marihuana constituye un medio para alcanzar otro estado. En la sociedad moderna la marihuana pasa a ser una droga que permite alcanzar el estado reflexivo y de sensibilización de la realidad particular y que en estado normal no se alcanzaría; se la consume como un producto al que se le da un sentido UTILITARIO. En cambio, en la sociedad postindustrial, existe algo así como un retorno por lo sacro que deviene, sin embargo, como la inmediatez, la particularidad, lo fragmentario. Se consume cocaína una y otra vez y no para conseguir una conexión con lo divino, sino con la inmediatez, con lo TRANSITORIO. Se entra en una lógica de mercado que absorbe al consumidor y le convence que los productos deben ser reemplazados una y otra ves, puesto que el que compró ya pasó de moda sólo un tiempo después de su adquisición, lo cual hace que, por su postergación de satisfacción, el vacío del deseo sea cada vez más grande. La identidad se define primero por la utilidad que se puede obtener de los productos y la capacidad para fabricar objetos cada vez más masivos y, finalmente, por el carácter transitorio que adquieren los objetos que nos empeñamos por conseguirlos y reemplazarlos. Ante la ausencia de productos culturales o, ante la hegemonía del mercado por sobre la sociedad, nuestra identidad se define por lo que hemos dejado de consumir y lo que continuamente desechamos. Creo que los basurales son una buena representación de lo que somos.

[1] Pralong, Verónica Cecilia: “La Globalización y sus efectos”. En www.monografías.com
[2] Berman, Marshall. “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. (1982). Editorial Siglo XXI. ¡0 edición. México. 1998. página 38.
[3] Berman, Marshall: “Todo lo Sólido se desvanece en el aire”. (1982). Editorial siglo XXI. 10 Edición. México 1998. páginas 56 y 57
[4] Braunstein Nestor: “El Goce”. Ed. SXXI. México. Primera edición 1990. página 33, Braustein agrega además: “La palabra es la estela que corre tras la nave, el surco que no puede alcanzar el arado que lo causa. Pero del arado y de la nave es imposible saber si no es por las huellas que dejan a su paso. La tierra y el mar, el cuerpo, en una palabra, llevan sobre sí la inscripción de lo irrecuperable. La Palabra se graba en la carne y hace de esa carne un cuerpo que es simbolizado en los intercambios con el gran Otro”.
[5] Verónica Cecilia Pralong: “La globalización y sus efectos” en www.monografías.com
[6] Braunstein Nestor. Psiquiatría, teoría del sujeto, psicoanálisis (hacia Lacan). 1980. Editorial Siglo XXI. Décima edición. México 1999. Página 14
* Por la palabra re-deseo entenderé la pretensión de satisfacción del deseo en lugares o producto que llevan a equívocos, como la utilización de objetos materiales o signos publicitaros adheridos alos productos
[7] Baudrillard, Jean. “De la seducción”. (1987). Editorial R.E.I. Argentina S.A. Segunda edición: junio 1991. Argentina. Páginas 45 y 46.

miércoles, octubre 12, 2005

La muerte del deseo

5 parroquianos

Desde que he nacido he tenido algunas carencias que movilizan mi deseo; hambre, sed, sueño, abrigo. Todas esas necesidades han sido cubiertas adecuadamente por mi progenitor, mi madre y mi padre. Ahora, sin embargo comienzan a aparecer algunas cosas un poco más complejas, por ejemplo: una bicicleta me vendría bien para desarrollar la motricidad gruesa, o lápices de colores para dibujar paisajes en dos dimensiones. Casi no recuerdo si me gustaba o no ir al colegio, creo que si, especialmente cuando regresaba de las vacaciones y ante la expectativa de tener nuevos compañero o compañeras y, sobretodo, porque un año más en el colegio significaba que era más grande.

Recuerdo, que hace muchos años podía mirar por la ventana, ver caer la lluvia reconfortado por el calor producido por una estufa a leña – de esas que tienen en el sur – con la tranquilidad que produce tener la certeza que otro se encarga de las cosas que para mí, en aquel momento, no tienen importancia porque no existen en el pequeño espectro de mis preocupaciones. Voy de la casa al colegio y viceversa. Mi mayor preocupación es lograr recuperar las tres bolitas que perdí ayer jugando con David, un amigo de la cuadra. Por otra parte, sueño con el día en que podré salir de casa y recorrer varias cuadras distantes de mi hogar, creo que un día podré ir donde ahora van otros que tienen algunos años más que yo. Me parece que el mundo es enorme, ajeno, extraño y, sobre todo, plano. Probablemente fuera de la ciudad donde vivo exista una caída libre (al espacio infinito) porque es donde creo que podría terminar el mundo. Es un mundo simple, finito en un espacio también simple pero infinito, pero sin angustia ni ansiedad. Lo que conozco y lo que me espera por conocer es suficiente, por el momento. Hay muchas cosas que son inciertas.
La vida sigue siendo infinita, no hay nadie (al menos que yo sepa) que le haya puesto término o haya cristalizado ese hecho con la ocurrencia de mostrar la muerte a cara descubierta. Por decirlo de alguna forma, nací para quedarme en este mundo, no creo que alguna vez me vaya, es más, estoy seguro que aquí voy a estar siempre.

Sin llegar a esa edad donde el cuerpo comienza a alborotarse, donde ya no da lo mismo el genero de mis congéneres, comienzo a viajar solo, no muy lejos eso si, a una ciudad cercana. Aunque muchas veces acompañado haya pasado frente al cementerio, ahora comienzan a surgir algunas preguntas que duran lo que demora en transitar el microbús por aquel lugar, no hay mayor inquietud, pero algo podría ocurrir y el paso del tiempo así lo confirmaría. Sin embargo, sería de un modo distinto al que ronda en mi cabeza, las criptas se transformarían en parques donde, nuevamente, y, a no ser por el deceso y la cercanía de quién decidió dejar este mundo, el estar o no en él no sería una cuestión de preocupación.

El mundo se agranda y achica al mismo tiempo. Se agranda porque conozco su extensión por referencia, va más allá y es redondo, se achica porque puedo recorrerlo. Aunque cuando pequeño estuve en una ciudad del extranjero, es ahora cuando dimensiono la distancia a la que está aquel lugar y que cuando por primera vez conocí recuerdo, me entretuve con un avión de papel, amarrado a un hilo que volaba producto del viento que lo arrastraba al movimiento del citroën en que viajamos durante 24 a 30 horas. Ahora entiendo que hacía que me guardara bajo la mesa, mientras los adultos conversaban y para que no me mandaran a acostar. Comprendo que se trataba de la diferencia, de lo extraño y atractivo en la entonación de la voz de una de las personas que se encontraba en la tertulia que ocurría sobre la mesa. Entiendo que cada vez soy más yo, distinto de mi madre, en un cuerpo que crece y crece, sin regla ni proporción. Creo que la vida no sólo es infinita… el mundo, la vida son posibilidades abiertas. Hay muchas cosas que faltan por conocer.

Lo efímero de algunas amistades de niño se transforman en fuertes lazos de compañerismo que, es probable, nunca vuelvan a desarrollarse del mismo modo ni con la misma intensidad. Quiero cosas que nos hacen únicos y distintos de nuestros protectores. Nuestros gustos musicales son monotemáticos y ruidosos y, lo más importante, distintos. Los atuendos son igualmente, puedo decir ahora, estrafalarios. Creo que es probable que siempre usaré el mismo tipo de ropa y escucharé las mismas melodías (si a eso se le puede llamar melodía) y me río de los gustos de los niños y no entiendo como los adultos no entienden lo que los de mi edad escuchamos y disfrutamos.

Una abrupta congelación del tiempo, enredo del reloj, inicialmente todo se derrumba de golpe, un grito seco que reemplaza la plegaría mas urgida se hace presente, ante tanta realidad y nulo efecto del grito, sobreviene una quietud que, por primera vez, todo lo mata, de una vez y para siempre. No, no es posible recomponerlo como el autito al que se le salió la rueda, no es posible curarlo como la costra que repara el tejido herido por una caída en el cemento de la cuadra… todo se aquieta. Ahora si comienzo a conocer el vacío, aunque siempre estuvo presente, ahora se hace presente de forma atroz, torpe y sin ninguna filigrana que pueda atenuar la palmaria falta. La melancolía se entremezcla con el duelo; duelo por el objeto de mi amor, melancolía por una parte de mí ser. ¿Cómo el mundo pudo haber desaparecido tan de repente? ¿Cómo rearmamos esto?, ¿con qué se pega?... que preguntas más absurdas. Tanto que quería ser más yo y de pronto no puedo ser sino exclusivamente. Así de simple, lanzado al mundo, -arréglatelas como puedas. De pronto, todo se vuelve incierto, incluso o sobretodo el futuro.
Consecuentemente, el lugar olvidado o, más bien, ignorado durante mucho tiempo aparecerá para dar su primera indicación de que este asunto de la vida tiene sus reglas, una de ellas: la muerte.

Mundo hermoso del que quedan sólo los recuerdos estampados en la nostalgia y colgados de una viga de la casa que habité durante mis años más inocentes. Cuerda que atrapa y corta la respiración, permanecerá queriendo matar lo más importante y que sostiene al ser humano: el deseo. Finalmente, cederá a la voluntad de seguir de cualquier forma en el mundo.
¿Cómo se recompone el deseo?, eso es algo de lo que otros pueden dar mejores explicaciones. Yo, simplemente puedo señalar que: a fuerza del devenir, las cosas se fueron reinventando.
El sistema inmune del cuerpo tiene la misión de proteger al organismo del ataque de otros organismos. Este sistema tendrá mayores facultades en la medida que se haya expuesto a una mayor cantidad de agentes agresivos externos: lo que no te mata, te fortalece. Paradojalmente, y tal vez sin contar con todas las herramientas que fortalezcan, la muerte afirmó el deseo de vivir, de lograr aquello simple o complejo que alguna vez se deseó y que también quedó como mandato.

El proceso de validación social para un oficio transcurrió como el deseo lo trazó, pero con la contradicción entre el mandato y el portador del deseo.

A estas alturas esa contradicción es parte del pasado y no reviste mayor preocupación en tanto el deseo se sobrepuso al mandato. Hoy cuento con todo aquello que se puede esperar en la vida adulta, comienzo a dar vuelta el tiempo y observo que mis hijos caminan, sin sonresaltos y sin traumas (espero), por lugares semejantes, pero no iguales, a los que yo viví.

La rutina laboral hace que los días, meses y años pasen rápidamente. La percepción del tiempo, por lo mismo, cambia. Si cuando era niño los días eran eternos, ahora, y aunque me acuesto más tarde y duermo menos, los días son más cortos. Hasta dejé el nomadismo y me establecí en una casa de la cual espero, sea el lugar que me acoja durante muchos años. Indudablemente, por algunos eventos que han ocurrido, me percato que la vida tiene un límite, el arrojo adolescente ha dejado paso a la comprensión de que el “estar en el mundo” se puede acabar y, porque deseo seguir viendo crecer a mis hijos y compartiendo con mi pareja, me hacen vivir la vida con más precaución. Comprendo perfectamente que reparar la rueda de un auto no es lo mismo que reparar la vida de una persona y que no estoy exento de accidentes y que, por tanto, la vida tiene su límite en la muerte. En un gesto que podría definir como entremezclado entre cierta nostalgia y simpatía recuerdo con cierta sorpresa las cosas que alguna vez hice y que no volvería a repetir.

Se que algún día moriré, no se cuando ocurrirá ni como será. Esa incertidumbre es lo que me moviliza, me mantiene en la ilusión de que para aquello falta aún mucho tiempo por transcurrir, que de todas formas alcanzo a hacer y ver un montón de cosas y que, por ahí, a la vista de otros, estoy recién empezando – desde que tengo uso de razón que escucho lo mismo, Dorian Gray se sentiría tan reconfortado con esa frase, por el contrario, a mi me carga - , en fin, es posible que lo que haga diariamente sea una rutina, pero aquello no tiene mucha importancia ya que es posible que en un momento ocurra algo, que suceda alguna cosa importante o porque dentro de lo que realizo día a día, aporte a algo que espero y deseo .

Una vez que estamos en el mundo, todo lo que articula nuestras vidas es una incerteza, un vacío, la presunción de saberse incompletos y, por tanto, la vida es la posibilidad de alcanzar esa completud; la vida es ese tránsito, la completud es la muerte. Una vez que la cosa se vuelve cierta, la muerte deviene y se acaba la vida: la falta de la falta deviene en la melancolia.
La vida es una ilusión de que el juego merece ser jugado hasta el final.

Que pasaría si un día te dicen que por lo que tu cuerpo ha hecho en contra de si mismo te vas a morir (no es que a mi me ocurra, es que el significante se acerca). La simpleza de lo deseado cuando niño, la necesidad adolescente de autoafirmarse y diferenciarse de adultos y niños, la tranquila rutina de la vida adulta con la complejidad y proyectos de mediano y largo plazo; con el deseo de dar lo mejor y ver crecer a tus hijos. Ante un hecho de semejante magnitud, fuera de toda lógica, regla biológica y sistémica. Se supone que lo natural es que el deseo fenezca con la muerte y no antes, entonces puedes preguntar:¿Para qué voy a trabajar mañana si he de morir? No se cuándo, pero ya está dicho, es una certeza; ¿Para qué reparo el autito si no podré jugar con él? ¿Para qué ir a buscar el mundo dos cuadras más allá? ¿Para qué cortejo a esa mujer si no la podré amar? ¿Para qué compro una casa si no la podré usar como el lugar donde me cobijo? ¿Para qué desear si no podré seguir viviendo? ¿Qué sentido tiene la relación con los demás si ya estoy muerto? ¿Qué sentido tiene si lo que verán en mi es una cadáver que circula produciendo lástima? y la lástima no es muy productiva. El mundo, la vida… son posibilidades cerradas.

martes, septiembre 06, 2005

Saber pedagógico

0 parroquianos

El sabio busca la sabiduría;
el tonto la ha encontrado.
Georg Ch. Lichtenberg
Hace un tiempo me surgió la pregunta acerca de quién, para mí, es un tipo sabio. Luego de un par de giros, de ir y venir, llegué al lugar que corresponde. La característica de los sabios reside principalmente en que son personas a las que yo reconozco como tales, y las reconozco porque tienen ciertos saberes (y no necesariamente aquello que entendemos por inteligencia) en donde se combina el consejo fundado en la experiencia con lo que que se aprendió en el camino. La sabiduría involucra identificar aconsejar y actuar de acuerdo al ritmo que tienen las cosas; buscar la solución más equilibrada a los problemas donde los menos puedan ser afectados y los más resulten beneficiados.

En el diccionario de la Real Academia Española, la palabra sabiduría tiene tres acepciones:
1. f. Grado más alto del conocimiento.
2. f. Conducta prudente en la vida o en los negocios.
3. f. Conocimiento profundo en ciencias, letras o artes.

Las dos primeras acepciones hacen referencia a conductas y reconocimiento social. La sabiduría es algo que su portador no la identifica en sí mismo. Tal como lo sugieren las definiciones de la Real Academia, la sabiduría es algo que se reconoce en el otro y no es auto-referida. Las personas a las que recuerdo como sabias no andan por ahí diciendo que lo son, simplemente actúan en consecuencia.

Por tanto, la sabiduría se aloja en la identificación de un individuo al que se le reconoce como tal. Circula entre los sujetos y no se apodera del Yo de alguno de ellos y es necesario que circule, de lo contrario quedaría en el plano del mero conocimiento. Volviendo a las dos primeras acepciones, se señala: grado y conducta y, en la tercera acepción, alguien debe ser el que asigne al sujeto el adjetivo de profundidad en el conocimiento de una materia. En definitiva, siempre hay un otro que nombra.

También se puede encontrar la sabiduría en sujetos sociales, como el “saber popular”. Es decir, existe un imaginario que instala en esa entelequia, producto del saber adquirido de la práctica permanente y del reconocimiento de las enseñanzas que entrega el obrar, una saber que trasciende a la persona pero que necesita, siempre, del nombramiento del alguien para su existencia. Por tanto, no hay sabio si no se lo nombra; no hay saber popular si no se lo reconoce.

¿Puede un gremio ser catalogado como sabio?, o ¿puede identificarse algo como el Saber Pedagógico? Me parece que no.

¿Que opinan Uds.?

Por mi parte, recogeré sus comentarios (si los hay) para dar forma a la segunda parte de este tema
Los docentes, entendidos como un sujeto social que cumple una función, también social, al interior del sistema cuentan con un cúmulo de conocimientos y habilidades que les permiten desempeñarse para las funciones que se ha preparado. Igual como otros oficios, poseen un reconocimiento que los legitima en el propósito para el que se han preparado: enseñar.
Todas las profesiones del mundo moderno deben acreditar los conocimientos respectivos a la especificidad de sus tareas y cuando las personas adquieren el estatuto de profesionales significa que la sociedad los ha validado para ejercer como tales. Por tanto, lo que se ostenta desde cada profesión son conocimientos y habilidades específicas. El saber, sin embargo, y como se señala en la primera parte de este ensayo, se ubica en la esfera de las conductas, relaciones con otros o, en el caso de sujetos sociales, en la esfera del reconocimiento a una entelequia social sobre algún tema específico basado, fundamentalmente, en la experiencia. Así, por ejemplo, podemos encontrar un saber popular referido a las condiciones climáticas en un tiempo y espacio definido, fundamentado en el movimiento de los vientos, la forma de las nubes, la obliteración de la luz solar en el ocaso como efecto del filtro atmosférico que actúa como distorsionador; o, acerca de las propiedades medicinales de ciertas hierbas. Lo que tiene en común estos ejemplos es un saber que se basa en la experiencia de los resultados obtenidos a partir de la observación (al día siguiente llueve en la zona acerca de la que se hizo el pronóstico climático o, las heridas son sanadas como efecto de las propiedades cicatrizantes de determinada hierba) pero, no necesariamente se conoce cuales son los componentes de las hierbas o de la presión atmosférica. A fuerza de la experiencia se ha podido reconocer en esos fenómenos ciertas características que permiten avizorar un futuro próximo. Dependiendo de dónde se encuentre ese saber (ej.: saber popular o alguien sabio) será nombrado como tal por los resultados que obtiene en su predicción o recomendación respecto de determinados hechos. En cualquier caso, se refiere a la experiencia, pero porque algo sucede. Se refiere a conexiones que hace un individuo respecto de los síntomas o condiciones de un fenómeno que se prevé con lo que sucede efectivamente más tarde. La sabiduría es la base para el conocimiento moderno, sin embargo no son lo mismo ya que, regularmente, la sabiduría carece de método (reconocido) que es lo que distingue al conocimiento que se alcanza a través de la ciencia. Finalmente, y si el ánimo de agotar el tema, el método se encuentra reconocido socialmente y es posible de alcanzar por cualquier persona de acuerdo a las condiciones que ofrece el mercado (en este caso, de la educación). En esas condiciones un gremio, profesión o técnica puede alcanzar el conocimiento necesario para el ejercicio de su oficio, pero el saber, entendido como sabiduría, es alcanzado por algunos a partir de la observación del entorno circundante y, siempre, que sea reconocido por otros. Por tanto, habrá profesores que sean sabios, que poseerán saber pedagógico, pero de ahí a señalar que existe un saber pedagógico, ese es otro cuento.