viernes, agosto 31, 2007

Reservado (2/3)

0 parroquianos

...Y así Samblas siguió farfullando durante un par de días más. Al Gordo, como Samblas era conocido en el barrio, le gustaba el fútbol y su equipo era Racing de Avellaneda: eterno segundón, de los de abajo, de los que tienen poco perfil, de los que casi desaparecen de la historia o que, definitivamente, no aparecen. Una vez, como hace veinte años, había ganado un campeonato y siempre recordaba ese glorioso conjunto, sobretodo después de la tercera cerveza cuando ya se le empezaba a englobar la vejiga,. El equipo de ahora era una mierda, daban patadas como locos y lo único a lo que le achuntaban eran los talones del contrincante.

El barrio era uno de inmigrantes, de esos que se apiñan para mantener la “cultura” y las costumbres de la tierra natal. Da lo mismo lo que suceda a cada uno, lo importante es el grupo. Por ejemplo: que la vieja de la esquina se quiera cambiar a otro barrio era mal mirado y le valía ser ofendida como traidora. Lo más importante era mantenerse unidos – como si a los extranjeros en estas tierra se los quisieran comer, como si en la mentalidad del europeo emigrado estuviese prefigurado el prejuicio que los latinos son caníbales – ayudarse y cagarse, que es parte de un sentimiento patrio y fundido en uno. Una inmigrante igual que Samblas era la que atendía el negocio donde compraba los boletos de lotería. Era una señora mañosa pero preocupada por su prójimo. Refunfuñaba la vida porque nunca se encontraba en el lugar adecuado, y se daba cuenta, no necesitaba que se lo fuesen a decir y cuando de algún modo se lo hacían ver, más refunfuñaba y el impertinente podía ver cómo esa señora, de carácter “tano”, dejaba traslucir en su rostro una pequeña muestra del mismísimo “coludo”. Por el contrario, si el prójimo entraba en su tono, la vieja podía regalar una sonrisa de esas que la perfecta Gioconda le hubiese envidiado. Si un valor tenía pegado arriba, en el tope de la escala, ese era la lealtad; su vida se escribía y escribió entre ella y su antagónico: la traición. Por eso, luego de la pena de Samblas al perder su premio gordo, se sintió tan culpable y entristecida por el hecho que comenzó a rodar por el cono sur de América Latina, ya nada la ataba a Bs. As., hacía un par de años atrás su marido había muerto y sus hijos comenzaban a hacer vida independiente.

Un tipo había entrado al negocio de esta vieja y había querido comprar el boleto, la vieja le dijo que no porque estaba reservado, enervado el tipo le dijo: para qué mierda lo tiene a la vista si no lo va a vender. Y ella le contestó: ¡y a voh qué te importa! el negocio es mío y vendo lo que yo quiero y a quien quiero, así es que se da media vuelta y mándese a cambiar. El tipo se retiró pegando un portazo. La vieja agarró el boleto y lo dio vuelta, dejando la parte blanca hacía el público y le pego una etiqueta que decía: Reservado.

martes, agosto 28, 2007

Reservado (1/3)

3 parroquianos

Me había dado cuenta que mi relato tiene ritmo. Que cómo lo conseguí (que tenga ritmo), creo que son varias cosas combinadas. Por ejemplo la rabia con la que escribí mi primera tesis me obligó a que tuviese ritmo para que se escuchara más como una canción que como reclamo poco académico; total la rabia literaria puede pasar como una tesis frente a los ilustrísimos. Resultado: nunca presenté esa tesis.

Lo que puede ser una pataleta contra lo establecido debe tener una raíz más profunda, más estructural, más constitutiva. Hay algo en la ironía bien dicha que seduce, atrae al abismo y permite forzar los contornos. Es lo que trato de hacer, una nota discordante que al escucharla varias veces comienza a tener ritmo. Era pequeño, me apasionaba el sonsonete melódico y el contenido (aunque en menor medida, porque a veces ni siquiera le prestaba atención) de las historias que el tío Vittorio contaba cada noche. Daba lo mismo si su historia era mentira; lo atractivo era escuchar esos cuentos por el puro gusto de escucharlos, como por el gusto de jugar, como por el gusto de aprender, como el gusto de viajar, como el gusto de flojear, como el gusto de escribir, como el gusto del corazón por latir, como el gusto de tantas cosas cuya única recompensa es sólo sentir gusto; sentir que ese traslado, de un lado a otro, que las cosas están en movimientos, vivas, no muertas.

Para evitar la orden materna de ir a la cama, me agazapaba bajo la mesa donde el mantel servía de escondite. Ahí escuchaba el ritmo de las historias de Vittorio. Eran cuentos comunes, llenos de humanidad, de vida cotidiana y también cargados de chismes. Todo con ritmo. Cada pausa sembraba la expectativa en el auditor, cada punto seguido permitía el respiro de los oyentes, que se comportaban como si ese simple acto fuese a restar audición al relator quien, finalmente, en cada punto final se teñía de satisfacción por la historia re-vivida y por la evidencia de haber generado en más de alguno el anhelo por escuchar otra. Una de las historias que escuché fue la siguiente:

Compró durante cinco años el mismo boleto de la lotería. La dueña del local se lo reservaba y lo pasaba a retirar cada día sábado, siempre antes que se hiciera el sorteo. En esa oportunidad eran las fiestas de fin de año y en Buenos Aires, además de Navidad y Año Nuevo, se espera a los Reyes Magos cada 6 de enero. Pedro Samblas retiró, como acostumbraba, el boleto del 25 de diciembre: no resultó favorecido. Luego retiró el boleto para el gran premio de Año Nuevo y nuevamente no premió con gordo alguno. Gordo había ido quedando, al parecer, con la espera del premiado. Pero el gordo premio se resistió durante tantos años que ya no encontraba sentido a poner más empeño en la empresa. Esas dudas traía durante la semana antes del primer gran premio del año: el de la fiesta de los Reyes Magos (más conocida como Pascua de los Negros). Los gringos ya habían terminado el Plan Marshall; Europa parecía nueva y comenzaba la Alianza para el Progreso. Era nuestro turno, el de América Latina. La ayuda en algún sentido llovía desde el norte; para algunos era la conmiseración del Tío Sam con los indios del sur, para otros, compra de consciencias para perpetuar la dominación… de cualquier forma, en la “América Morena”, como dicen lo siúticos, comenzaríamos a dar tumbos tras tumbos dictatoriales. Antes de ese entuerto –reflexionaba Vittorio- cómo no podría haber un pequeño toque para este humilde ciudadano del mundo, que si bien emigró de su natal pueblo - de la Italia de Mussolinni - para probar suerte, al parecer, a Samblas, la mala racha se le había pegado en el pasaporte. Cuando el hado no te toca parece que Dios se ha olvidado de ti, pero lo mejor es no perder la esperanza. En la iglesia lo que siempre te recuerdan es que la esperanza es lo último que se pierde y si la pierdes te entra la duda, así que luego y bien rapidito la recuperas: pensamiento mágico le llaman algunos. De todas formas siempre se cuela la duda: - sigo o no sigo. Se decía Samblas. Si había una fiesta donde los astros tendrían que haberse alineado era en Navidad y “por defecto” en Año Nuevo. Si algo no pasaba en esa fecha, qué se podía esperar del resto del año que además, recién comenzaba. Pero a no blasfemar y no dudar, hay que asegurar la confianza y ver el porvenir en el próximo boleto. No vaya a ser cosa que en la omnipresencia, en el omnipoder y en el omni-todo, toda esa gente se meta en mi cabeza y averigüen que estoy dudando de su existencia (de Dios). Se decía Samblas. Frondizi debió haber recibido unos cuantos dólares de Kennedy, o de Eisenhower. Por qué a mí no… o, por qué a mí sí. De cualquier forma, entre tanta cavilación sobre la política de aquel entonces, la duda se fue implantando como tumor zurdo. ¡NO! nuestro bienestar no está librado a nuestra suerte, hay que alzar la voz y decir: ¡NO!… ¿pero si el boleto saliera favorecido? ¿Cómo saberlo de antemano? Los compañeros en la obra me han dicho que cada uno se construye su infierno… o su paraíso. Cómo se puede hacer esto ¿tirando una moneda al aire? Si sale “cara” juego el de la Pascua de Negros, si sale “sello” le hago caso a los compañeros. Y le salió sello. Era día lunes cuando hizo toda la parafernalia de que ese sábado no iba a jugar el boleto de reyes. Rumiando anduvo un par de días más y le daba vuelta a eso que el cura le dijo en el colegio y le habían recordado en la iglesia no hace mucho. Un recordatorio que no iba dedicado especialmente a él pero que lo sintió como una seña inequívoca respecto de sus actos y su pérdida de esperanza: ¡Dios sabe todo lo que tú haces! ¡Concha la lora! cómo safo de ésta ¿con quién quedo bien, con los compañeros o con Dios?

Era ese "puto" concepto de la introyección de la ley el que no le dejaba descansar y tomar una decisión libremente… ¡pero de qué estamos hablando! si la libertad descansa en un boleto de la lotería, qué hay después del 6 de enero. Le advierto al lector que Samblas no ganó la lotería, pero apuesto que seguirán leyendo...

sábado, agosto 18, 2007

jueves, agosto 16, 2007

Inconveniente

2 parroquianos



lunes, agosto 13, 2007

Citar es citarse gráfico - el país sin nombre

7 parroquianos

Me lo dijo el Lucho Vitale.
Lo dijo Rubén Blades.
Lo representó Alfredo Jaar en Times Square, Nueva York, a través de esta intervención ciudadana.

...y lo repito para que un amigo no se olvide que siempre se lo recuerdo.

miércoles, agosto 08, 2007

Aquí se dijo

1 parroquianos

El próximo fiambre: Tatiana

martes, agosto 07, 2007

Ahora si que sí

2 parroquianos

Mañana y pasado hay que sacar paraguas

miércoles, agosto 01, 2007

Oposición

1 parroquianos

Moebius fue a la Antártica y los cabalistas del mundo temieron lo peor. En ese lado, lado del mal por oposición (el mundo es binario), siempre ha sido un lugar “sin”, y ese “sin” se ha transformado, en muchos sentidos, en una falta en el sur. Cuando Moebius llegó ahí, por vez primera, el mundo podría haber sido mirado al revés, pero dar vuelta las cosas no es gratuito a la vida, muy por el contrario, puede derivar en una catástrofe...

... y todo porque en la Antártica no hay osos.